Mi Nutriomorfosis

 

Mi nutriomorfosis, o de como salí del refri.

Como casi todos los nutriólogos, me formé profesionalmente en un esquema tradicional, y conforme a lo que ahí se me transmitió,  por muchos años creí que mi forma de ayudar a la gente era motivándolos a perder peso. Trabajé bajo este paradigma por más de 20 años, tras los cuales pude darme cuenta que la mayoría de mis pacientes perdían peso solo de forma temporal, y que muchas veces para lograrlo tenían que someterse a una vida de gran restricción y sacrificio. Era también más que común ver que , a pesar de seguir mis indicaciones en cuanto a alimentación y ejercicio se refería, el peso no bajaba de la forma en que ellos y yo esperábamos. Esto me hacía sentir muy frustrada, pero mi frustración era insignificante al lado de la que ellos experimentaban. Como era de esperarse, muchos me abandonaban en la búsqueda de otro método, de aquella fórmula mágica que ahora sí, los hiciera alcanzar el cuerpo de sus sueños.

Por todos estos años fui también testigo del enorme dolor y sufrimiento de que eran presa muchas mujeres, y algunos hombres, en esta búsqueda constante por alcanzar aquel cuerpo que la cultura les marcaba como el “ideal”. Esta desdicha provenía sobre todo de la culpa que experimentaban creyendo que eran ellos los que fallaban, los que carecían de la fuerza de voluntad suficiente para alcanzar lo que por todos lados les decían que era alcanzable, y que tendría el poder de solucionar todos sus problemas.

Conforme el tiempo transcurrió, empecé a sentir que este enfoque me incomodaba cada vez más. La desesperanza que mis pacientes me transmitían me hizo  empezar a cuestionarme si aquel popular concepto de “el peso ideal al que todos pueden llegar” era del todo cierto. Además, poco a poco empecé a abrir los ojos para constatar que vivía yo en una sociedad gordofóbica, donde los cuerpos de mayor tamaño eran discriminados, devaluados y estigmatizados.

Muchas cosas tuvieron que pasar desde entonces para que la forma de abordar mi profesión diera un giro de 180 grados. Hubieron momentos de duda, de reflexión y de mucho cuestionamiento. Sin embargo, tuve la fortuna de pasar por esta transformación cerca de grandiosas y valientes mujeres (que para mi mayor suerte son también mis amadas amigas y familiares) que me han acompañado en el proceso escuchándome, alentándome, cuestionándome, documentándome y haciéndome partícipe de sus propias experiencias e historias. Asimismo, no podría haber encontrado mayor apoyo que el que me han dado mi amoroso esposo y mis adorad@s hij@s, quienes con paciencia e interés me han escuchado, comprendido y contenido en lo que ha sido un largo camino de nutriomorfosis. He leído, investigado y estudiado mucho sobre este nuevo enfoque, inspirada en grandes activistas y autoridades en el tema, algunas de las cuales he seguido en redes y otras a las que he tenido la suerte de conocer personalmente.

           Hoy por fin estoy parada en otro lugar desde el que veo con claridad el futuro que quiero darle a mi vida profesional. Hoy sé que la forma en que puedo contribuir a este mundo es muy distinta a la que pensaba, y sé también que ser nutrióloga va mucho más allá de hacer dietas hipocalóricas. Hoy sé que mi profesión puede tener una cara amorosa, compasiva, incluyente y sensible que abandere una lucha por la justicia social y por la igualdad de los cuerpos. Y hoy, justo así, me siento feliz.